La palabra cómic[1] designa a aquello que algunos denominan figuración narrativa; esa forma híbrida que mezcla texto e imagen se desarrollo en Norteamérica a fines del XIX. A estas narraciones se las ha denominado cómics porque fueron esencialmente cómicas. Hasta 1929 no apareció el primer cómic realista, Tarzan, de Harold Foster, inspirado en la obra de Burroughs. Como las restantes formas expresivas creadas por los medios de comunicación de masas, los cómics son unos productos industriales. Ello supone que en el proceso que va desde su creación hasta su difusión pública en ejemplares múltiples y en forma de papel impreso, intervienen gran número de personas y diversos procesos técnicos. En puridad, el cómic existe como tal sin necesidad de su multiplicación y difusión masiva, y, de hecho, el producto artesanal y único surgido del pincel o de la plumilla del dibujante lo es ya. Sin embargo para que tal producto alcance el estadio de la comunicación de masas es necesario proceder a su reproducción en ejemplares múltiples, tarea propia de la industria periodística o editorial.
Los cómics surgieron, precedidos de una larga tradición de narrativa iconografica en Europa y por un exuberante desarrollo de la ilustración, en el seno de la industria periodística estadounidense, a finales del siglo XIX. Los cómics nacieron en Estados Unidos como consecuencia de la rivalidad de dos grandes rotativos de Nueva York: el World (New York World), propiedad de Joseph Pulitzer desde 1883, y el Morning Journal, adquirido por William Randolph Herast en 1895.
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